SAMAIN 2018




En la frontera entre Badajoz y Huelva existe un antiguo castro celta, recién restaurado, que nos acerca al mundo de nuestros antepasados, aquellos que habitaron ese territorio llamado entonces Beturia.
La historia de ese castro, descubierto en Higuera La Real, es la historia de un pueblo casi olvidado y que no obstante, permanece en nuestro acervo cultural de forma tímida y silenciosa.

Lo que allí ocurrió durante la invasión romana de la península ibérica fue una muestra de los modos de dominación, sometimiento o colonización practicados a lo largo de toda la historia. El imperio romano avanzó sobre los pueblos antiguos arrebatándoles cultura, costumbres y  religión, aprovechándo los momentos de mayor vulnerabilidad. Así sucedió en Castro Capote durante la noche de Samain allá por el año 152 antes de nuestra era. Todo el pueblo se encontraba festejando uno de los días más importantes de su calendario: aquel en el que durante la noche, el velo que separa el mundo de los muertos del de los vivos se rompe. En la noche del 31 de octubre, las almas de los que se fueron cruzan el umbral y visitan a sus familiares vivos, por ello, se les recibe con velas e incluso banquetes, con la certeza de una unión comunal que sólo dura unas horas.
Nuestros antepasados los celtiberos celebraban la festividad de Samain o la muerte del verano en memoria de sus ancestros, para los que se encendían hogueras y ayudarles así a guiarse en la oscuridad. Durante esta noche las leyes del tiempo y del espacio quedaban temporalmente suspendidas y se honraba al dios Dagda quien con su arpa convocaba a las estaciones del año. Arrancaba tan suaves melodías que muchos mortales pasaban al otro mundo como en un sueño, sin, ni siquiera, percatarse de ello.

En esa noche el clan se siente más unido y se fortalecen los lazos entre vivos y muertos en torno a banquetes y relatos épicos de los que se fueron. Es la noche más especial y mágica de un pueblo que no conoció la escritura y que mantuvo su cultura a través de la tradición oral.
Y fue esa noche, precisamente esa noche,  la escogida por las tropas del pretor Marco Atilio para invadirles y someterlos, terminando con una tradición que, no obstante, ha llegado hasta nuestros días, en el empeño romántico de algunos por no olvidar.

De lo que sucedió aquella fatídica noche han quedado restos arqueológicos en Castro Capote y gracias al trabajo de restauración de la Junta de Extremadura se puede descubrir parte de aquel  pasado nuestro tan desconocido.

Hoy 31 de octubre, con este relato, quiero recordar a este pueblo, que es nuestro propio pueblo.

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