HISTORIAS EN MOVIMIENTO

Las historias nos acompañan desde los tiempos en los que alrededor de fuegos imaginábamos aventuras que nos entretenían al calor de la lumbre. Eran historias orales fruto del imaginario que construía aquellas realidades que en muchos casos resultaban incomprensibles. 
Luego serían los juglares y poetas los encargados de transmitir los mitos, fábulas y epopeyas, conservando aún aquella ancestral cultura oral. 
Con la escritura muchas de aquellas historias pudieron conservarse intactas, perdiendo la riqueza que implicaba la tradición oral. 
Los amanuenses en los monasterios copiaron a la luz de las velas muchos romances y gestas que han llegado hasta nuestros días. 
Y con la imprenta se democratizó el saber, el conocimiento y la cultura. 
La radio también proyectó historias que viajan por el aire, pero fue el cine el auténtico mago que nos regaló historias en movimiento que han logrado embelesarnos, hacernos reír y llorar. A esas historias en movimiento, joyas de la cultura audiovisual dedico esta página, con la intención de compartir aquellas que, por un motivo u otro, me han dado un pellizco en el corazón, me han resultado especiales, o sencillamente he considerado interesante mencionarlas.


6 de marzo de 2024
En escasas ocasiones el cine te deja pegada al filo del asiento. Y con mayor improbabilidad si son dos horas y media las que dura la película. Sin embargo, la cineasta francesa Justine Triet lo consigue con su obra maestra Anatomia de una caída.
Este film que se podría enmarcar en el género de “tribunales” va mucho más allá del suceso que el jurado debe dirimir para adentrarnos en nuestro propio juicio lleno de estereotipos y convencionalismos.
Con una narrativa magistral que va desgranando poco a poco la psicología de los personajes, Triet nos conduce a la subversión de lo normativo. Contrapone los hechos que a modo de puzzle se van desvelando de los prejuicios que el público, a modo de jurado mantiene y nos pone un espejo sobre el que se refleja la inconsistencia de unos valores que pueden hacer inclinar la balanza de la justicia hacia el lado equivocado.
Es explícita en la descripción de los hechos que llevan a la infelicidad de un hombre que desempeña, curiosamente, el rol que históricamente se le ha asignado a la mujer. Y es contundente en la defensa que la protagonista hace de la vida que ha elegido. Y en esto último la interpretación de Sandra Hüller es crucial llenando todo el tiempo la pantalla y cubriéndola de verosimilitud.
Anatomía de una caída es una reflexión sobre la apariencia, los prejuicios y los convencionalismos, y es sobre todo un posicionamiento feminista, representado por la protagonista que mantiene incluso una maternidad que escapa a la norma.
Colmada ya de premios se postula ahora a recoger los Oscar con cinco nominaciones: Mejor película, Mejor dirección, Mejor actriz protagonista para Hüller, Mejor guion original para la propia Triet y Mejor montaje para Laurent Sénéchal. Y al igual que los ojos que no veían encontraron la verdad, la Academia podría ver con los párpados cerrados.



24 de febrero de 2024
De monstruos y sobre monstruos va esta original película chilena en la que el dictador Pinochet será un vampiro que ha decidido dejarse morir por no soportar que se le recuerde como un ladrón y ante el hastío que le produce la vida alejada del lujo y del poder que le confirió el golpe de Estado al gobierno del socialista Salvador Allende en 1973.
Dirigida por Pablo Larrain y escrita por él mismo, junto a Guillermo Calderón, es una sátira en blanco y negro, ácida e irónica que va describiendo poco a poco y de forma tangencial los asesinatos del general y el enriquecimiento ilegal de su familia.
Entre el humor negro y el cine de género vampiresco el film fabula, a modo de parábola, sobre las semejanzas entre un monstruo y otro, desde un naturalismo que hace creíble la increíble y alocada propuesta.
Protagonizada por Jaime Vadell, Gloria Münchmeyer, Alfredo Castro y Paula Luchsinger, cuenta con una banda sonora, exquisitamente escogida, que refuerza la historia y contribuye a la lapidación de este Pinochet al que hasta se le otorga un origen violento y sorpresivo.
Nominada a los Oscar del próximo 10 de marzo de 2024 como mejor fotografía y ganadora del León de Oro como mejor película en el Festival de Venecia de 2023, El Conde juega con el valiente atrevimiento de dibujar al dictador Pinochet como jamás él hubiera imaginado y para mayor placer del público congraciado con el pueblo chileno.


9 de febrero de 2024
Hoy, hace justo una semana que se estrenó en Sevilla Pobres criaturas, protagonizada por Emma Stone y William Dafoe y dirigida por el cineasta griego Yorgos Lanthimos sobre el guion del australiano Tony McNamara.
La película, construida como un cuento finisecular de corte steampunk, es una reflexión sobre la ausencia de libertad de las mujeres.  La ausencia de libertad para viajar, para pasear solas y, sobre todo, para disfrutar de la sexualidad. Es así, la película una metáfora sobre el papel sexual de la mujer en la cultura patriarcal, aprisionada en convencionalismos sociales, que han basculado entre una supuesta inapetencia sexual supuestamente intrínseca a lo femenino, hasta la frigidez acuñada por los psicoanalistas. Entre ambos extremos queda una sexualidad pasiva, dirigida fundamentalmente a la procreación y sin grandes aspavientos, para no cruzar el umbral de la supuesta decencia. Porque si se traspasara se entraría en el terreno de la supuesta y peligrosa lujuria femenina, fuente de todos los males del mundo. Y en este contexto era necesario incluir la prostitución o esclavitud del siglo XXI que diría Rosa Cobo, que en la película aparece suavizada por los ojos inocentes de la protagonista. En este mundo distópico, ella intentará humanizarla en el habitáculo del prostíbulo, tras descubrir esa realidad brutalmente normalizada y por la que después será repudiada.
Pero todo esto había que hacerlo digerible y que mejor modo que vestirlo de fábula fantástica, de relato distópico, de espectáculo de maravillas en el que los personajes deambulan como marionetas inmersas en una historia dividida en actos o localizaciones.
La espectacular escenografía, el derroche de color, el provocador vestuario y el grandilocuente maquillaje, que podrían despistar del mensaje último de la película, al contrario, lo refuerzan. Es todo ello tan estrafalario como la sexualidad femenina destinada únicamente al uso y disfrute del hombre.
Pobres criaturas es así un ciclón de aire fresco, una ventolera antinormativa, una tormenta de granizo sobre el inmovilismo.
Divertida, efervescente, enérgica, la historia atrapa también por la empatía que despierta la inocencia de su protagonista que balbucea en un mundo por descubrir y que resulta hecho a la medida de los hombres.
Coproducida entre Irlanda, Reino Unido y Estados Unidos ha cosechado ya premios como el León de Oro a la mejor película en el Festival de Venecia, dos Globos de Oro y once nominaciones a los Oscar, lo que dice mucho sobre las posibilidades de continuar haciendo cine valiente y rompedor.


18 de diciembre de 2023
Allá por el año 1987 mi profesor de Pensamiento Político, César Aguilera, nos habló en clase de la historia de una mujer alemana coetánea a la fecha en la que nos encontrábamos que despertó un día hablando en egipcio antiguo. Aquel acontecimiento, sorprendente e inexplicable, corrigió a los lingüistas especialistas en el egipcio de los faraones al demostrar con el idioma que utilizaba esta mujer, que estaban equivocados.
Pero, lo que más conmoción provocó este acontecimiento fue el hecho de poner sobre la mesa la cuestión de que la memoria pudiera ser transmitida genéticamente. De aquello nunca más supe y, sin embargo, desde entonces he pensado a menudo en esos rincones inescrutables del cerebro en el que podían permanecer dormidos conocimientos y recuerdos de vidas anteriores de nuestros antepasados.
Y precisamente de esto va la película escrita y dirigida por Julio Medem, Caótica Ana, que en el año 2007 se estrenó y que recientemente he descubierto.
A pesar del desafortunado título que confunde y no tiene relación alguna con lo que en el film se trata. La historia de Ana, la protagonista interpretada por Manuela Vellés, junto a la de Linda a cargo de Bebe, es una excusa para abordar la cuestión del dominio que en el patriarcado los hombres ejercen sobre las mujeres. De hecho, la primera secuencia no es sino una metáfora en la que un halcón atacará a una paloma dejándola agonizante sobre la tierra para regresar al antebrazo de su cetrero.
La paloma es el símbolo de la feminidad y de palomas estaba coronado el antiguo palacio de Cnossos en Creta. Blanca Paloma será llamada la virgen del Rocío porque antes que ella ya era la paloma la diosa Astarté de los fenicios. Y el halcón representará al patriarcado simbolizado en el dios Horus que se alzará con el trono del panteón egipcio.
Tras esta introducción profética, la película girará en torno a dos jóvenes que comparten habitación en una residencia para artistas de Madrid.
El personaje que interpretará Bebe, con sincera contundencia, natural frescura y sin embargo agresividad felina, será quien acompañe a Ana en su particular bajada al infierno patriarcal en el que hombres y mujeres son inevitablemente encasillados como violadores y prostitutas.
Como Orfeo en busca de Eurídice, Ana iniciará una búsqueda en su inconsciente que la llevará al conocimiento de las trágicas muertes de sus vidas anteriores, en todas ellas, víctima de una cultura androcéntrica, violenta y opresiva. En todo esto la interpretación de Manuela Vellés será crucial, haciendo creíble la historia y convirtiendo a su personaje en real.
Julio Medem en esta obra tan personal como todas las de su filmografía, hace una valiente apuesta por un discurso abiertamente feminista lleno de simbolismo, en el que rompe los moldes impuestos por el patriarcado dando la oportunidad a los hombres a ser felices dedicando su vida al cuidado de los hijos y a las mujeres a parir hombres buenos antipatriarcales.
Pero, además, Medem, en esta apología en defensa de los oprimidos, hace que el protagonista masculino sea saharaui, para recrear parte de la historia de ficción en la dramática historia real del Sáhara que fue español y a cuyo pueblo abandonamos a su suerte.
Esta película sobre Ana y sus anteriores vidas, que la entroncarán con épocas remotas en las que la diosa aún no había sido sometida, atrapa tanto por la densidad de lo que cuenta como por el modo de contarlo, convirtiéndola en una auténtica joya del cine español.
La música de la violinista, pianista y compositora británica, Jocelyn Pook alcanza igual maestría que el montaje del propio director y la fotografía de Mario Montero a caballo entre el documental y los oscuros fractales de la psique.
Julio Medem, una vez más, logra hacer del cine un lenguaje reivindicativo, analítico y bello y a su protagonista símbolo de las cientos de miles de mujeres asesinadas por la violencia patriarcal.  "Me matarás 2.000 veces y 2.000 veces volveré a nacer para parir hombres buenos" dice Ana como colofón de una historia sobre la opresión que no deja de estar vigente.




19 de agosto de 2023 
Nunca imaginé que podría escribir sobre la muñeca Barbie porque nunca jugué con ella. Cuando salieron al mercado me pilló con más edad y a mi hermana Yolanda, nunca se la echaron los Reyes Magos porque se salía del presupuesto familiar, además, la imagen que proyectaba esta muñeca, nunca casó con mi ideal femenino.
Sin embargo, aquí estoy, escribiendo sobre Barbies y feminismos, y aunque a priori, pudiera parecer una contradicción, nada más lejos de la realidad porque la película es un auténtico alegato feminista.
Este film dirigido por la cineasta Greta Gerwy lleva a la gran pantalla y al gran público los asuntos que el feminismo trata a nivel teórico consiguiendo un crítico retrato de nuestra sociedad androcéntrica que ha molestado y ha destacado por el éxito de taquilla cosechado, el mayor de los últimos años.
Desde el humor y el desenfado y con una estética naif, colorista y divertida, la película desvela las fallas del patriarcado, así como sus consecuencias para las mujeres, pero también para los hombres, provocando su prohibición en países como Argelia, Líbano y Kuwait, al considerar que “promueve la homosexualidad y otras desviaciones occidentales”.
Pero, lo que propone realmente el guión de Barbie es romper el modelo patriarcal y, con ello, la masculinidad tradicionalmente establecida, así como la feminidad entendida al servicio del hombre, sin identidad, sin sexualidad propia y sin independencia del varón.
Y para ello, la directora se vale de la extraordinaria interpretación de Margot Robbie y Ryan Gosling quienes despliegan un derroche de frescura y emotividad que apuntala la intencionalidad valiente y descarada del film.
El guion, escrito también por la propia directora junto a Noah Baumbach y al que se le presumía un gran reto, por aventurarse en el terreno movedizo en el que lo hacía, cumple las más altas expectativas, de originalidad, calidad narrativa y buen acabado, logrando que el resultado se corresponda con la abrumadora respuesta del público.
Y entre las múltiples e ingeniosas llamadas de atención que ofrece de apariencia inocente, pero de exultante acidez relativas al imaginario patriarcal, el propio cine también aparece retratado por su masculinidad con  guiños dedicados a El Padrino de Coppola y a Los caballeros de la mesa cuadrada de los Monty Paython, estos últimos, además, presentes en el galimatías de machirulos ejecutivos, cuyo líder, incluso se hace llamar madre, arrebatando la autoría de la muñeca a su verdadera inventora, Ruth Handler.
Barbie como el caballo de Troya se atreve furtivamente a atravesar los muros milenarios de nuestra cultura y, al igual que la inventiva de Ulises para tomar la ciudad mítica, esta atrevida e inteligente película ojala socave, aunque solo sea superficialmente, los cimientos de esta cultura, que ni ha sido siempre patriarcal, ni será eterna.

22 de junio de 2023
Sobre la película de Fellini, 8 y medio hay poco que decir a estas alturas, no obstante, me atrevo a discutir esta aseveración porque la mirada de los y las espectadoras de hoy es diferente a la de aquel año de 1963 en el que se estrenó, incluso a la de 30 años después. Nos encontramos a una distancia de 60 años y nuestra cultura audiovisual es más nutrida que la de entonces, aunque todo lo que recibamos de la vorágine mediática a la que estamos expuestos y expuestas, no sea de calidad.
El público actual ha cambiado y con él, los nuevos modos de comunicación, sin embargo, lo que Fellini cuenta y cómo lo cuenta, no nos es ajeno. Su crisis existencial y profesional a los 43 años es similar a la que hoy podemos identificar, pero ya pasado el medio siglo. Sus anclajes a la infancia y su relación con las mujeres que marcaron su vida nos invitan a visibilizar el imaginario patriarcal en el que llevamos milenios inmersos, inoculándonos el veneno de las psicosis y paranoias que nos atenazan.
Fellini tuvo la genial osadía de convertir su bloqueo artístico en una de las mejores propuestas artísticas de la historia del cine, que ya otros retomarían después, como Tarantino en Erase una vez Hollywood o Iñarritu en Bardo. Pero Fellini, a diferencia de estos, convirtió su película en una obra de catarsis personal en la que los deseos y las pesadillas comparten el mismo tiempo secuencial de la diégesis, provocando la misma sensación de confusión que invade al protagonista y al autor del film.
8 y medio, protagonizada por un Marcelo Mastroianni distante y atormentado y Claudia Cardinale como musa inspiradora, ha sido considerada una de las obras maestras de la cinematografía, entre otras razones por reflejar una exagerada impronta del creador, obsesionado por el paso del tiempo y como consecuencia de ello, con la vejez; atosigado por la presión de la crítica de la que se mofa e ironiza y abrumado por un mundo femenino sometido e incomprendido que se revela en su inconsciente y que su consciente maltrata a golpe de fusta.
Con 8 y medio, título que Fellini escoge haciendo referencia a las 8 películas y un corto que había realizado hasta ese momento, el cineasta se enfrenta a sus miedos y los dibuja cinematográficamente como ideogramas catárticos procedentes de un universo psicoanalítico que empezaba a trasnochar.


12 de mayo de 2023
La producción inglesa La hija eterna, con guion y dirección de la británica Joanna Hogg es una personal apuesta por un cine sutil y discreto que, con apariencia de género, oculta un tratamiento y montaje femenino.
La mirada deja de ser masculina como estamos acostumbrados y acostumbradas a percibir en el cine y la subjetividad de la protagonista es a la vez la de la autora que proyecta sus miedos y conflictos sin darles categoría universal. Incluso la presencia del espejo, en esta película será diferente. No es la protagonista, Tilda Swinton, la que se mira al espejo, para connotar los significados del cine clásico, sino que son los espectadores los que como si miraran a través de una mirilla los que descubren al personaje subrepticiamente.
Joanna Hogg lleva a la pantalla la historia de una cineasta que se hospeda con su madre en un hotel victoriano en busca de la inspiración y de la catarsis que la liberará de su mortificante pasado. Y para ello se valdrá del extraordinario trabajo de Tilda Swinton que haciendo doble papel logra todo el propósito de la directora.
La hija eterna, aunque anunciada como una historia de fantasmas, en la que la que las imágenes del hotel nos recordarán a las de El Resplandor de Stanley Kubrick, no colmará las expectativas del género porque la intención es diferente. La película cuya trama la desarrollarán tres personajes protagonizados por mujeres propone romper la frontera de la masculinidad cinematográfica con una apuesta de delicada manufactura y un halo propiamente femenino.



8 de febrero de 2023
La historia del cine se puede abordar de muchas maneras y desde diferentes perspectivas, y la que ha elegido Damian Chazelle en Babylon es una de ellas. Esta película que no deja ni un minuto al aliento, que arranca carcajadas y encoje el corazón, es un homenaje al cine, usando el cine como lenguaje y como expresión artística.
Babylon comienza en la época en la que los estudios eran barracas en mitad del desierto californiano y alcanza su punto álgido en el Hollywood de la desmesura, en las tramas que surgían en torno a la ciudad, que ya en la prensa sevillana de 1924 se describiría como “perversa”. El Noticiero Sevillano publicaría entonces: "Hollywood es la capital cinematográfica del mundo, allá en Los Ángeles californianos, llenos de misterios, de atracciones, de atrabiliarias madejas de liviandades. Hay dos Hollywood. Uno bueno y otro malo. Del segundo se saben   todas estas cosas: vida cara, espantoso derroche de lujo, asesinatos impunes, tráfico de drogas nefandas y contrabando de bebidas ponzoñosas, donde los más adictos a las drogas son los comparsas y las actrices de segundo y tercer orden”. 
Y todo esto lo describe extraordinariamente Chazelle en esta película que toca los asuntos más candentes entre el cine mudo y su época, consiguiendo convertir las tres horas de metraje en un santiamén. La consideración artística del cine que abanderará el personaje de Jack Conrad, interpretado por un Brad Pitt que se supera a sí mismo, sirvió de polémica en los tiempos más tempranos del cinematógrafo, dando como resultado el Manifiesto de las siete artes de 1911 de Ricciotto Canudo; y la contraposición entre cine y teatro que muestra la discusión entre Conrad y su tercera esposa, la famosa actriz de Broadway, reflejará la discusión que llegaría hasta las páginas de los rotativos, en noticias como la que publicaría El Liberal en 1912 y  que relata: 

“El Teatro San Fernando, donde se exhiben atrayentes películas se ve lleno diariamente, y a nadie puede ocultarse que el contingente que allí da la nota diaria, constituye un importantísimo elemento, restado a otros teatros donde no hay películas cinematográficas. Cierto es que la baratura del espectáculo constituye un poderoso acicate para la atracción del público; pero no lo es menos que, a seguir por este camino la indiferencia y la apatía, enseñoreándose de gradas y butacas en los teatros restantes darán por resultado dificultades insuperables para las empresas, que gastan buen dinero en derecho de propiedad, sueldos de artistas y otros menesteres de que no necesita un cine, por ejemplo, cuyos gastos, comparativamente, son muy reducidos. Y como no habrán de torcerse por nada y por nadie los gustos del público ni su predilección por éste o el otro espectáculo, las empresas, atentas a su particularísimo interés reflexionarán, tarde o temprano, en que nada les conviene como la explotación de los cinematógrafos, y el perjuicio será inevitable para actores y autores, cuyos medios de vida se irán empobreciendo lenta pero gradualmente”. 

Y esta crisis que viviría el teatro con la llegada del cine, la sufriría este último con la irrupción del sonoro, asunto ya llevado a la gran pantalla en películas como The Artist de Hazanavicius del año 2011 y con anterioridad en Sunset Boulevar de Billy Wilder de 1950, que también se verá en Babylon, así como las desventuras que vivieron actrices y actores, en la mayoría de los casos procedentes de familias modestas en su afán por llegar al estrellato y que Chazelle describe con el personaje de Nellie LaRoy interpretado admirablemente por Margot Robbie. 
Así, los personajes de esta cinta, inspirados en las propias actrices, directoras, actores y productores de la época, recrearán la historia de tres románticos, cuya vida no tendrá sentido más allá del cine y que a su vez, serán el alter ego del director y de su amor sincero o impostado, pero en cualquier caso, expresado por el cine, de su entusiasmo por sus luces y del reconocimiento de sus sombras. Nellie LaRoy, actriz de segundo o tercer orden como expresaría El Noticiero Sevillano en 1924, creerá encontrar en el cine la expiación de sus males y el sentido de su existencia, Mani, personaje que interpretará Diego Calva, observará primero desde la admiración, el lujo y el exceso que rodeaba al mundo del cine y luego desde dentro de la propia industria el supuesto potencial que el cinematógrafo ofrecía para redimir caracteres insalvables y Jack Conrad un actor afamado que verá el ocaso de su éxito con la llegada del sonoro. Los tres acariciarán y se dejarán acariciar por el glamour y la fastuosidad de Hollywood, antes incluso de Hollywood y los tres verán alejarse el sueño como un azote de polvo del desierto.
La música de Justin Hurwitz nominada a los próximos Oscars,  como mejor banda sonora, junto al diseño de producción y diseño de vestuario, se convierte en esta película en una protagonista más. Excepcional y exquisitamente escogida para cada momento sirve de excusa para contarnos la subtrama del trompetista negro que tendrá que tiznarse la cara para que la película en la que actuaba no fuera rechazada en la Texas segregacionista.
Damian Chazelle, director de las reconocidas películas Whiplash de 2014 y La la land de 2016, consigue con esta obra que, a quienes conocemos desde dentro el significado de un rodaje, nos identifiquemos con los personajes y con las situaciones que los enmarcan, (la secuencia del primer rodaje sonoro fue un revival de cualquiera de nuestras incursiones cinematográficas), y a quienes no han disfrutado o padecido la filmación de una película, un acercamiento pedagógico y divertido.
Babylon es un chute de adrenalina desde el primer plano que, a pesar de estar ubicado en un tórrido desierto, contrastará con el exceso que vendrá a continuación, es un nuevo homenaje al cine, que Brad Pitt repite después de Erase una vez Hollywood de Quentin Tarantino del año 2019; es un repaso a la historia del cinematógrafo en un juego de matrioskas cuyo virtuosismo se concentra en el desenlace de la película, en las lágrimas de Mani viendo Cantando bajo la lluvia, y es una dedicatoria al público sin el que el cine no tendría lugar. El travelling final de los espectadores y espectadoras de todas las edades, nacionalidades y clases sociales, simbolizando la democratización de la información y de la cultura que supuso el cinematógrafo, es el colofón de una historia cuya piedra angular, es la inmortalidad que sólo el cinematógrafo tiene la capacidad de lograr.




17 de noviembre de 2022
La fábula como medicina ha sido utilizada a lo largo del tiempo. El relato ha ayudado a olvidar incómodas vivencias. El cuento a volcar ilusiones y la narración de historias reales o de ficción a narcotizar momentos que hubiéramos querido evitar en nuestras vidas. A ello se debe nuestra irresistible atracción por la literatura y por el cine. Ambos, nos atrapan y nos evaden de la realidad para llevarnos a mundos que de ningún otro modo hubiéramos podido llegar.
La película El prodigio, exhibida en una de las plataformas digitales, comienza precisamente recordándonos que estamos ante un relato. Nos muestra las estructuras de madera del escenario, los focos y el atrezzo en un gesto de asombrosa sinceridad. Para poco, a poco con un zoom trávelling sumergirnos en la trama, ambientada en el siglo XIX en Irlanda.
Con una música embriagadora y una elección de planos largos con iluminación pictórica, alternados con cortos cuya composición recuerdan cuadros holandeses, la película versa sobre la cerrazón humana, los prejuicios, la hipocresía institucionalizada y el enfrentamiento entre la ciencia y la religión.
Una historia que, basada en hechos reales, lo que la hace aún más interesante, por lo que cuenta, ocultará un secreto inconfesable que ahogará a una niña de nueve años en una culpa que no le corresponde, pero que todos a su alrededor alimentan.
Una violencia silenciosa y consentida servirá de argamasa para las almas atormentadas y hambrientas de los personajes que girarán en torno a esa niña que, como un chivo expiatorio esa sociedad que la representa está dispuesta a sacrificar.
Hombres con autoridad y legitimación social, contra mujeres indefensas que simbolizarán la razón y la libertad será el trasfondo de este film, que tendrá un final pretendidamente feliz y en el que, incluso la monja, por ser mujer, terminará apiadándose de la víctima. No en vano, el guión ha sido escrito por Alice Birch en colaboración con el director Sebastian Lelio sobre la novela de Enma Donoghue.
El prodigio cuenta, además, con la espléndida interpretación de Florence Pugh en el papel de enfermera y Kila Lord Cassisy como la niña que milagrosamente permanece viva sin comer y es una de las mejores películas de los últimos tiempos.





27 de junio de 2022
El cine, de vez en cuando, nos regala joyas inolvidables que compensan los insulsos títulos que abundan en las parrillas digitales y nos retrotraen a aquellos primeros tiempos en los que la magia de la cinematografía conquistó la ciudad. Este cine de calidad, inmersivo y ecléctico nos arranca de la realidad y nos lleva allí donde el mago señala con su varita. Y es Baz Luhrmann uno de estos prestidigitadores cuyas fábulas nos transportan a universos encandilados por la música y el amor.
Elvis, su última creación sobre la vida del artista, esclavo de su talento y de su circunstancia, es el último tesoro de este cineasta que ya nos deslumbró con Moulin Rouge, Australia o El Gran Gastby y que se vale en esta película de un montaje estridente y personal, exquisito y veraz, como las propias tribulaciones de su protagonista.
La elección del actor Austin Butler para encarnar desde el corazón a Elvis Presley, que no para imitarlo, ha sido otro de los aciertos del film, que junto a una narración contada en primera persona y a modo de confesión, a cargo de Tom Hanks hacen de la película una excelente propuesta entre el biopic, el comic, el musical y el documental.
Pero nada de esto hubiera sido posible si Luhrmann no hubiera contado con la historia del joven artista que fusionó el gospel y el blues con un country de ritmos atrevidos, y cuya puesta en escena irreverente y reivindicativa, provocaría un zumbido en la mojigata moral americana. Porque su vida transcurrirá durante la América segregacionista, racista y pacata que se recordará por el asesinato de Martin Luther King y J.F. Kénedy.
Elvis Presley despertará en el público femenino una sexualidad prohibida que, sin embargo, sí se le permitirá al hombre, cuando es una mujer la que sobre el escenario transmite sensualidad, como Marilyn Monroe ante las tropas en la guerra de Vietnam.
Que el movimiento de caderas de Elvis fuera motivo de censura nos recordará la ideología dominante en la que la representación del objeto de deseo sólo puede ser femenina y, por lo tanto, poco decoroso que las jóvenes americanas vibraran a su son. 
Luhrmann remarcará este detalle para contextualizar al protagonista sobrepasado por unos acontecimientos que determinarán su futuro. Y dibujará su vida con escogidisimas imágenes que, acompañadas de la música original, colmará de profundas emociones una historia, que no por conocida dejará de ser atractiva e interesante.



28 de diciembre de 2021
En plena sexta ola de covid. En medio de una crisis climática. Al final de un tiempo en el que la razón se antepone a la creencia, Adam McKay acaba de estrenar en Netflix su última película No mires arriba, parábola, hipérbole y moraleja de estos últimos años de pandemia, cambio climático y movimientos conspiranoicos, reaccionarios y retrógrados.
McKay, director de las magníficas películas La gran apuesta y El vicio del poder, con un plantel de actores del nivel de Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence, Merly Streep, Cate Blanchett, Jonah Hill y Timothée Chalamet, monta una comedia de ciencia ficción en la que el absurdo se convierte en tragedia  al encontrar reflejo en lo que nos sucede a diario.
El detonante de la trama es una una hecatombe que amenaza a la humanidad, pero estamos a otra cosa. Nos intoxicamos con los insoportables programas televisivos de máxima audiencia. Nos envenenamos con el descrédito de la ciencia y nos mermamos con la ambición económica de las grandes corporaciones.
No mires arriba es el esperpento de nuestros días, una distopia en la que una mujer está al frente de la Casa Blanca y, sobre todo, es una sátira divertida en la que los personajes son caricaturas que llevan a un final cínico y aplaudible.



22 de octubre de 2021
“Arrakis, mi planeta, es bellísimo cuando el sol está bajo. Sobre la arena se ven volar las especias. Los extranjeros asolaron nuestras tierras frente a nuestros ojos. Sólo han mostrado crueldad con mi pueblo. ¿Qué será de nuestro mundo?” Con estos subtítulos, escritos sobre imágenes impactantes de un salvaje desierto, Denis Villeneuve comienza su Dune, su película, sobre la obra literaria que Frank Herbert escribiría en 1965.
Una profecía, un elegido y una revolución serán la recurrente excusa para crear un universo mitológico preñado de influencias clásicas. La tauromaquia y el Minotauro; leyendas artúricas e incluso Shakespeare en la elección del nombre de Duncan para uno de los personajes, en clara referencia a Macbeth, es el marco en el que se desarrolla esta historia de sueños premonitorios y luchas de poder.
Con la maravillosa música de Hans Zimmer y la bella fotografía de Greig Fraser el film, consigue convertirse en una experiencia inmersiva en la que la vulnerabilidad humana frente a la naturaleza salvaje, en este caso simbolizada por el desierto y los gigantes gusanos que en él habitan, se combina con el anhelo de superación que el ser humano siempre representa en las epopeyas.
La exquisita selección de los actores en la que destaca Timothée Chalamet, interpretando el papel principal de Paul Atreides y Rebecca Louisa Ferguson, de su madre y sacerdotisa Bene Gesserit, junto con una edición inmejorable y un esmerado diseño de arte, logran hacer de la película un bello relato de mitología futurista.
Alejandro Jodorowsky, en los años setenta lideró la primera idea de pasar a la pantalla la novela de Herbert, convertida en un ambicioso proyecto de producción al que le faltó riesgo empresarial[1]. Con música de Pink Floyd, Dalí, representando al emperador, Orson Welles, interpretando al barón Harkonnen, los diseños a cargo de Moebius y Giger, el proyecto cayó en saco roto, no obstante, y afortunadamente, de todo aquello surgió la producción Alien, el octavo pasajero.
Tras el intento fallido de Jodorowsky, David Lynch filmaría en 1984, la única versión cinematográfica que de esta novela teníamos hasta la fecha, película que Jodorowsky se negaría a visionar y de la que renegaría el propio Lynch.
Los años han pasado y ahora ha sido Villeneuve el que ha tomado el relevo consiguiendo dejar su impronta, su ritmo y su metafísica en este largometraje en el que los psicotrópicos nos retrotraen a su origen setentero y concluye anunciando que sólo es el principio.
Como expresa Duncan a Paul Atreides, “las historias de los sueños son buenas, pero lo importante nos pasa despiertos” y despiertos podemos soñar con las historias que nos regala el cine. 




17 de febrero de 2021

Desde que vivíamos en cavernas y las voces femeninas relataban historias al calor de la lumbre, nos ha encandilado la fábula. Aquellas que contaban las aventuras de héroes, o heroínas encerradas en altas torres. El relato forma parte de la esencia del ser humano al cohesionar al grupo y dotarlo de un pasado, ya sea real o imaginario.

Noticias del gran mundo es la última película que Netflix acaba de producir y emitir en la plataforma, basada en la novela homónima de Paultte Jiles, siendo precisamente un homenaje al poder de fabulación y revolución que tiene la prensa. Es un tributo al valor de la información porque el protagonista un Tom Hanks creíble y sincero es un ex impresor que perdió su imprenta tras la guerra civil y encontró en la lectura de las noticias de los periódicos su nueva forma de vida.  El veterano capitán Jefferson Kyle Kidd logrará la atención del público a cambio de 10 centavos y, a través de sus palabras y de su interpretación, le hará descubrir qué sucede más allá de sus fronteras. Y arriesgando su propia vida, les contará una historia que será la semilla de una revuelta que ponga en peligro la tiranía del cacique local.

Noticias del gran mundo es una road movie que recuerda al regreso a casa de Ulises en busca de una Penélope que ya no existe. Es un viaje iniciático en el que el héroe encontrará el motivo de su existencia: una niña, que no un niño como venía siendo habitual hasta la fecha, huérfana de una tribu india, con la que establecerá un fuerte vínculo más allá de las palabras. Johanna, interpretada por la joven Helena Zengel, sólo habla la lengua de los kiowas quienes le arrebataron a sus padres de origen alemán, pero eso no será un problema. La comunicación no tiene fronteras cuando es el amor la argamasa que la sustenta, la tolerancia o la comprensión.

Tras una manufactura de wéstern clásico, la historia desvela mensajes muy oportunos para los tiempos que corren. La llamada a la importancia de un periodismo veraz, en contra del autobombo y las fake news, y el reconocimiento del valor de la memoria. “Para avanzar hay que recordar”, le dice Johanna al capitán Kidd, cuando este le propone que olvide su drama y solo mire hacia adelante. Avanzar en el viejo Oeste no significaba así, caminar hacia una nueva oportunidad, sino progresar superando los traumas del pasado, en este caso, la guerra civil o las animadversiones hacia los vecinos mejicanos, negros o indios. Pero, sobre todo la historia muestra con crudeza una realidad poco visibilizada: la de la vulnerabilidad añadida a las niñas en situaciones de guerra o de sometimiento de un pueblo sobre otro, al ser cosificadas sexualmente. La venta de mujeres, origen del patriarcado llega hasta nuestros días y en esta película se plasma, afortunadamente con final feliz.

Escrita y dirigida por Paul Greengrass y con la extraordinaria banda sonora de James Newton Howard, Noticias del gran mundo es una hermosa película que da sentido al nombre de mi blog.

 



Hacer cine es un ejercicio de perspectiva, de poner el foco en el largo plazo, de sortear dificultades y sobre todo de paciencia. Dedicarse a la cinematografía es practicar un simbólico triatlón en el que su finalización es incierta y en el que sólo la pasión irracional por la creación y la fábula explica el derroche de esfuerzos. Entre los muchos ejemplos que cuenta la Historia del cine vengo aquí a comentar el del diabólico maridaje entre ficción y realidad que tuvo por protagonista a Orson Welles.  El mismo que daría vida en la pantalla a los clásicos Otelo, Macbeth, César Borgia, John Falstaff y a los modernos Charles Foster Kane, Franz Kindler,  Michael O’Hara, Gregory Arkadin, Hank Quinlan a la vez que dirigía tras la cámara. Este controvertido director y actor que navegó entre el amor y el odio por Hollywood moriría sin ver en la gran pantalla su último trabajo, inacabado por motivos económicos y políticos. Al otro lado del viento, su póstuma película, se estrenaría en 2018, en la 75ª edición del Festival Internacional de Cine de Venecia, 42 años después de su rodaje e incipiente montaje, gracias a que en 2014 los derechos del film fueron adquiridos por Royal Road y el proyecto de su finalización pasó a manos del director Peter Bogdanovich y del productor Frank Marshall. Al otro lado del viento fue la última apuesta de un director que, tras haber tocado el cielo, quería sortearlo y llegar más lejos.

 

Orson Welles dedicaría 7 años de su vida al rodaje y, sobre todo, a la búsqueda de financiación para este largometraje que, como una maldición premonitoria reproducía el tortuoso laberinto económico que vivía el propio Welles. Al otro lado del viento narra el último día de un afamado director de cine que muere antes de terminar la película cuyo rodaje es el leitmotiv del film. Una película dentro de otra para mostrar los dos pilares sobre los que se asienta la producción cinematográfica; la pasión y las dificultades económicas. Llena de simbolismo y crítica a la industria cinematográfica, el mismo Welles expresaría también que en ella trataba de romper la idea del “macho” tradicional. Partiendo moldes de género representará una sexualidad dirigida por la mujer que, a pesar de seguir mostrándose como objeto de deseo para la mirada del espectador e incluso del propio director, será la que marque los tiempos y los espacios.

 

Al otro lado del viento finalmente construida sobre los apuntes y el metraje editado y seleccionado por el propio Welles, es la última obra maestra del maestro que irrumpió en el cine desde lo más alto con Ciudadano Kane. Welles propondría un montaje enloquecedor, símbolo de la locura que conlleva el rodaje de un film y el blanco y negro y el color para diferenciar el metacine, además de un abuso de los primeros planos que, con el brillante uso de la luz, rozan el expresionismo.  Para dar mayor verosimilitud a lo que se relataba, Orson decidiría la participación de importantes directores del momento, como Peter Bogdanovich, actuando de sí mismos y darle el papel principal a John Huston para que se interpretara con una salvedad: en la ficción la falta de liquidez económica centraría el desarrollo de su último rodaje a diferencia de la vida real en la que se encontraba rodando El hombre que pudo reinar éxito de taquilla.

 

Como Fellini en su film Ocho y medio, Truffaut en La noche americana, o recientemente Almodóvar en Dolor y Gloria, Orson Welles, también en el ocaso de su carrera, estaba reescribiendo su propia historia y, como en una ironía del destino, moriría antes de verla proyectada sobre la gran pantalla.

 

 




Cuando algo produce dolor, aunque al sentimiento le acompañe la belleza, procuramos evitarlo. Y esto me lleva ocurriendo desde hace años con algunas películas que, o ya las he visto o por referencias se que me conmoverán.
La milla verde dirigida por Frank Darabont , basada en la magnífica novela de Stephen King, significó hace muchos años, una de esas muescas que nos dejan en el alma las historias preñadas de sentimientos y dolor. Desde entonces me he negado a diario a volver a ver, y digo a diario, porque es de las que se promocionan en plataformas como en este caso Amazon Prime.
Hoy, sin  saber por qué me he dejado llevar ante la insistencia de Jose Angel y la curiosidad de Pablo y la he vuelto a ver redescubriendo su valor. La milla verde es una apología en contra de la pena de muerte. Es una reflexión sobre la vida, la bondad y la maldad que habita entre nosotros, y es también una historia en contra del racismo, que tan oportunamente la podemos ver ahora coincidiendo con las manifestaciones norteamericanas en protesta por el asesinato de George Floyd.
Más allá del misticismo que también se puede apreciar en la película, e incluso el maniqueísmo que muestran sus personajes, la película es una fábula que no deja impasible y golpea las conciencias puritanas que descansan mirando hacia otra parte o musitando en confesionarios.
Protagonizada por Tom Hanks y Michael Clarke Duncan y con música de Thomas Newman este film del año 1999 no sólo no ha envejecido sino que me ha hecho reconocer que, a veces, hay que afrontar el dolor para volver a encontrar la belleza, como encabeza este blog. Belleza que, además de sentirla en el alma del protagonista forjada de inocencia y bondad, queda plasmada en el alegato contra las penas capitales y las complejidades que presentan los sistemas jurídicos.

Como colofón y metalenguaje, la única y última petición que manifiesta el recluso será ver por primera vez una proyección cinematográfica y ante la escena de Fred Astaire y Ginger Rogers de la película Sombrero de copa dirá que son ángeles caídos del cielo.



La Venus Rubia protagonizada por Marlene Dietrich comienza con una escena, eliminada originalmente por la censura española, en la que unas nadadoras se bañan alegremente en un lago, ante la mirada secreta de unos hombres. La película se inicia entonces, tras una elipsis temporal, en la que descubrimos a uno de aquellos hombres a los pies de una cuna en la que duerme su hijo, mientras su esposa le cuenta su propia historia de amor, la de aquella nadadora que conoció a un hombre que la observó a escondidas mientras jugueteaba en el agua y del que se enamoró. Con el inicio original Josef von Stenberg dibuja un edén, el paraíso antes del pecado original, en el que las nadadoras, como inocentes y virginales ninfas, interactúan ajenas a la mirada indiscreta del hombre. Luego dará paso a la estampa del ideal de familia tradicional, dejando, de este modo,  muy clara sus intenciones. Con su película el director defenderá los modelos sociales implantados por el patriarcado, valiéndose de la actriz que mejor pudo transmitir aquellos turbulentos tiempos de confusión. La década de los años 30 estuvo estigmatizada por la Gran Depresión poniendo en entre dicho la perpetuidad del capitalismo, por lo que éste tuvo que reinventarse y creó el American way of life provocando un tipo de consumo que incidió de manera especial en la mujer. Y las mujeres americanas empezaron a reclamar mayor independencia de las ataduras familiares y mayor participación en el ámbito público donde podían encontrar mayor libertad individual y sexual. Ante esta nueva situación que pondría en peligro el modelo tradicional de familia en 1932 Stenberg irrumpe con su película para contrarrestar los efectos devastadores que pudieran estar provocando esos vientos de modernidad. 

El tema de la película no es la historia de amor heterosexual, asunto preferido por los productores de Hollywood, sino el de la importancia de la familia por encima de todo, incluso de la propia felicidad de la madre. Y para contárnoslo, Stenberg además introduce la idea patriarcal de la irreconciliable relación entre la maternidad y la sexualidad. En este sentido el cine como tecnología de género, según postula la teórica feminista Teresa De Lauretis, cumple perfectamente su misión, al procurar consolidar los roles establecidos. A la mujer sólo le esperan desgracias si abandona su papel de cuidadora y ama de casa y el mundo laboral para las mujeres es fuente de pecado y corrupción. En este contexto aparece Marlene Dietrich, al principio como madre abnegada y después como desorbitante objeto de deseo, cumpliendo como diría Laura Mulvey su objetivo de placer visual o Ann Kaplan de fetiche. El momento de su aparición en el espectáculo es extraordinario. Oculta bajo el disfraz de un orangután realiza un striptease solapado para mostrarse con toda su exuberancia, provocando la expectación tanto en el público masculino como femenino. Sin embargo no se empatiza con ella. Su gestualidad exagerada, la deshumaniza y su frialdad desorbitada la aleja y hace inaccesible, convirtiéndola en lo “otro”, lo “incompresible”. Sus motivaciones y la entereza con la que afronta sus vicisitudes no logran entenderse, dando por sentado que el mundo más allá de la familia no tiene sentido. Cuando ella es libre y admirada estrella de los clubs nocturnos, no parece feliz. Lo transmite su mirada desconfiada y profunda y el director redunda en su posicionamiento al hacer que  abandone el mundo del glamour y riqueza que le ofrece su amante y regrese junto a su marido. 

Hasta aquí Josef von Stenberg cumple con lo que se espera de él, no obstante lo paradigmático que presenta la película es el tratamiento que Stenberg da a la masculinidad. Los hombres que aparecen en la historia a diferencia de lo que nos podíamos esperar, son malos. Los hombres son los que propician la perdición de la mujer o los que se aprovechan de ella. Su marido, descrito como un triste pusilánime es el que la arranca del paraíso en el que se encontraba junto al resto de ninfas para casarse con ella y luego es el que la conduce al mundo laboral donde se convierte en adultera. No la perdona y además quiere arrebatarle a su hijo. Los dueños de los clubs nocturnos sólo la ven como un objeto y quieren sacar provecho y el insípido policía se quiere beneficiar de su vulnerabilidad. Sólo el amante es bueno. Hubiera sido demasiado provocador mostrar tanta maldad masculina, por lo que Gary Grant incluso la llevará a casa de su marido, dispuesto a pagarle una cantidad elevada de dinero a cambio de que le deje ver a su hijo.  
Marlene Dietrich en La Venus Rubia ha sido analizada como ejemplo de mujer fetiche y desnaturalizada su maternidad en la película y, el que fuera su amante en la vida real y director en 7 películas, Josef von Stenberg, descrito como cineasta que relega a las mujeres a la ausencia. Ambas cuestiones pueden ser más o menos controvertidas, al igual que la representación masculina en este film.





 Cuando Joseph Conrad escribió El corazón de las tinieblas no imaginó que su historia se convertiría en fetiche de la cinematografía moderna. Apocalipsis Now de Francis Ford Coppola y ahora  Ad Astra de James Gray giran en torno a la atormentada conciencia del Coronel Kurtz extrapolada a la guerra del Vietnam en el primer caso, y a Saturno en el segundo.

Si en Apocalipsis Now el sopor húmedo de la selva vietnamita nos conducía a los territorios inexplorados de la mente de Kurtz, en Ad Astra es la asepsia de la nave espacial. Si en el film de Coppola eran los disparos de la guerra los que nos adivinaban el horror, en la película de James Gray es el silencio del espacio. Dos historias de ornamentación antagonista con un objetivo común.
Ad Astra simboliza el espíritu de los pioneros que descubrieron el Nuevo Mundo, el esfuerzo y la constancia de los científicos que transformaron el conocimiento y, también representa la locura que les acompañó. Pero, además, realiza una compleja lectura sobre la culpa tan presente en la cultura occidental. Todo ello envuelto en la embriagadora banda sonora de Max Richter convierten la película en un nuevo icono de la ciencia ficción.

Con ritmo lento y diálogos escasos, su propósito logra la inmersión del espectador, de la mano del protagonista interpretado por Brad Pitt,  en una aventura agobiante en la que el tiempo y el espacio se confunden.

Un Tommy Lee Jones y un Donald Sutherland, demasiado envejecidos junto a Liv Tyler, con un breve papel secundario, actúan como floreros en una historia en la que Brad Pitt ocupa siempre el plano principal para conducirnos a los atribulados espacios de su alma.

La metafísica, la ciencia y la religión se combinan en esta historia que, a pesar de contar con persecuciones de coches en la misma luna, termina por resultar aburrida. Quizás por el montaje aletargado como el universo, o la secuencia de planos lánguidos como el cosmos, lo cierto es que los 122 minutos resultan de una cadencia que raya el infinito.


La amistad, las viejas glorias y el asesinato de Sharon Tate como trasfondo, son los ingredientes de la última película de Quentin Tarantino Erase una vez en Hollywood, que bien mezclados y en su punto de sal, consiguen una deliciosa cocina cinematográfica.
Tarantino escoge como actores principales a Brad Pitt y a Leonardo DiCaprio garantizándose así, el éxito de antemano, a pesar de que interpreten papeles de antihéroes.  Aunque Pitt ya había participado en películas anteriores como Malditos Bastardos, en esta ocasión, interpreta uno de los personajes de su filmografía más desgreñado, ajado y pasado de rosca y DiCaprio a un sentimental y semiacabado actor de películas de acción de televisión.
El film retrata con grandiosa naturalidad el Hollywood de los años 70, los luminosos de los cines, la circulación en coches descapotables y los estudios de cartón-piedra, con una banda sonora convertida en un extraordinario catálogo de música de la época. Y en torno a todo ello, la presencia de viejas glorias, como Al Pacino y Kurt Russell, interpretando papeles secundarios de talante sosegado.
De toda la filmografía de Tarantino, quizás sea esta película la única en la que la violencia no es también un personaje. Está presente y justificada, pero sólo al final y en memoria de Roman Polanski.
Tarantino con esta película nos descubre que se va haciendo mayor, al homenajear el mundo que le apasiona: el cine pero, observándolo desde la nostalgia y la distancia que otorga el tiempo. Por ello escoge la historia de un actor que teme encontrarse al final de su carrera profesional, junto a su doble y amigo con el que comparte aventuras y desventuras. Y, como subtrama, se van desgranando los hechos que conducen al fatal desenlace de Sharon Tate pero, como una propuesta de cuento, con final alternativo.



Cuando se cumplen 125 años del nacimiento de John Ford y éste sigue considerándose  uno de los mejores directores de la historia del cine,  sólo hay que ver una de sus obras maestras para comprobar que la evidencia se hace palpable a los ojos. El hombre que mató a Liberty Valance simboliza la muerte del salvaje Oeste en pro de la civilización. Es un canto romántico a la Leyenda a riesgo, incluso, de obviar los verdaderos hechos, como se expresa al final del film en una frase emblemática que, por razones que se escapan a la razón fue terriblemente traducida: “Esto es el Oeste, señor. Cuando la leyenda se hace realidad, se imprime la leyenda”. Pero, además El hombre que mató a Liberty Valance, basado en un relato corto de Dorothy Marie Johnson, periodista y escritora especializada en las novelas del Oeste, representa mucho más de lo que a primera vista relata la historia. El trasfondo que hay tras los rudos personajes y el árido espacio trasciende la anécdota y se sitúa en el pódium de la cultura occidental repitiendo símbolos y mitos de todos los tiempos.
Protagonizada por James Stewart, John Wayne, Vera Miles,  Lee Marvin y  Edmond O'Brien, con guión de James Warner Bellah y Willis Goldbeck y música de Cyril Mockridge esta película narra la historia de un joven abogado que desde el este llega al viejo Oeste americano cargado de libros y buenas intenciones que verá truncadas ante la cruda realidad.

Cuando Ford estrenó en 1962 El hombre que mató a Liberty Valance tenía ya en sus haberes inmejorables películas y se disponía a iniciar el camino que le llevaría a finalizar su filmografía pocos años después. Quizás por ello o, a pesar de ello, logró con esta obra sumarse a los inmortales que, sin querer o pretendiéndolo, convirtieron  su relato en un emblemático paradigma. Y a ello se debe precisamente que el film no envejezca, a pesar del paso de tiempo, porque trata dos grandes asuntos que han preocupado siempre a Occidente: la confrontación del mundo nuevo con el antiguo y la controversia entre el héroe y el santo. En la literatura artúrica, los caballeros se dividían entre estos dos últimos tipos, otorgándoles a cada uno de ellos cualidades que les hacía imprescindibles.  Al héroe, en esta aventura, lo representa John Wayne en el papel de Tom Doniphon y el santo, James Stewart en el papel de Ramson Stoddard. Pero, para que la historia se hiciera además, universal encontramos también a Cervantes con la idea de la sanchificación del Quijote o la quijotización de Sancho cuando estos dos personajes comienzan a intercambiar sus personalidades y a llenarlas de matices del otro.  El héroe se convertirá el santo cuando confiese la verdad y el santo se convertirá en héroe, cuando despojado de la culpa, cruce la puerta que le lleve al Senado de Washington.
La elección del director por rodar la mayoría de las escenas en interiores y escoger el blanco y negro en lugar del color, responde a su intención de dotar de mayor intimismo esta historia de dos hombres que representan a dos mundos distantes, uno agonizante y el otro que da sus primeros balbuceos: el mundo de las pistolas frente al mundo de las leyes, el individualismo frente a la protección estatal. Y como subtemas: una apología descarada a la libertad de prensa y, soterrada, a un feminismo incipiente que, junto a la crítica al apartheid americano y al analfabetismo, hacen que la  película resulte enriquecedora y moderna.
El alegato en favor de la prensa no es baladí, teniendo en cuenta que la autora del relato, Dorothy Marie Johnson trabajó como periodista en varios periódicos antes de comenzar su carrera literaria y posteriormente enseñaría escritura creativa en la Universidad de Montana, como el personaje de Ramson Stoddard (James Stewart) enseña a leer y a escribir en la escuela improvisada junto a la redacción del periódico de Shinbone. Marie Johnson fue ganadora del premio Spur, el más importante dedicado a la novela del Oeste, y además de El hombre que mató a Liberty Valance, otros relatos suyos fueron también llevados a la gran pantalla como Un hombre llamado caballo o El árbol del ahorcado. Sin embargo, la autora antepone, al final de la película, el valor de la Leyenda al de la veracidad. Junto a Tom Doniphon morirá el Oeste salvaje y con él todo un mundo lleno de claroscuros en el que lo primitivo y lo bárbaro alcanzan cualidades románticas. Pero la Leyenda sobrevivirá impresa y en imágenes.
Con una  estructura circular en torno a la muerte, el film comienza con la llegada del senador al entierro de un viejo vaquero desconocido y termina justo donde comienza, despidiendo a su antiguo amigo para iniciar el viaje de vuelta a la civilización,  pero, con el anhelo de volver a casa, a  Shinbone, como el eterno retorno de Nietzsche o, el regreso del héroe, de Ulises a Ítaca.

 

Vigo Mortensen interpretando a un italoamericano del Bronx en los años 60 y Mahershala Ali en el papel de un famoso pianista valiente al enfrentarse a los prejuicios y racismo de aquella América que exportaba al exterior el “American  way of life”, son los protagonistas de esta “rood movie” fiel al más estilo clásico de Hollywood.
Tony Vallelonga, Mortensen, avispado, rudo y racista buscavidas, especializado en resolver problemas en los suburbios y salas de alterne de Nueva York, se ve abocado a aceptar un trabajo como chofer de un famoso pianista de élite, negro, que decide hacer una gira por el sur profundo de los Estados Unidos.
El doctor Shirley, Mahershala Ali, estirado, refinado y culto, que por su virtuosismo recibió formación musical en Rusia, se propone el reto de cruzar el racista sur americano acompañado del italoamericano, que además de chófer le servirá de guardaespaldas.
Personalidades contrapuestas que, durante 8 semanas, viajarán a diferentes puntos de la geografía sureña, desgranando, poco a poco, detalles biográficos que irán dibujando identidades complejas y llenas de claros oscuros, cuyas líneas y perfiles, sin embargo, se difuminarán y entrelazarán ante las nuevas vivencias.
La interpretación de ambos actores es sublime, como la realización y la música que a menudo parece invisible y que sin embargo acompaña discretamente a la acción ocupando el lugar que le corresponde.
Alejada del maniqueísmo en el que podría caer la temática, Peter Farrelly opta por mostrar un proceso lento, pero sincero, de evolución personal, sanchificación del Quijote o quijotización de Sancho propio de la literatura y el cine inteligente.
Basada en una historia real, este largometraje de dos horas y media, que se hacen cortas, no deja impasible al espectador, le sumerge en un tiempo no demasiado lejos en el que los prejuicios estaban a flor de piel, a la vez que la bondad humana, haciendo de ello un coctel hermoso y crítico.
Si a David Lean se le reprochó que abandonara el cine intimista de autor con el que inició su carrera con “Breve Encuentro” al entregarse a las grandes superproducciones como “Laurence de Arabia” o “Doctor Zivago”, Peter Farrelly sorprende por justo lo contrario. Después de películas como “Dos tontos muy tontos” o “¿Qué pasa con Mary?” resulta, como poco, llamativo que se entregue a este film emotivo, apología en contra del racismo, los prejuicios y la intolerancia, haciendo de él una auténtica joya cinematográfica.
Green Book tuvo su premier mundial en el Festival Internacional de Cine de Toronto en septiembre de 2018, en la que ganó el People's Choice Award y está nominada en los Oscar, cuya celebración será el próximo domingo 24 de febrero, a mejor película, mejor guión original y mejor montaje, Vigo Mortensen a mejor actor y Mahershala Ali, a mejor actor de reparto.

Los Oscar de este año no defraudarán, al menos con esta película.





Woody Allen cuando dirigió Midnight Paris, quiso destacar el dicho popular de “cualquier tiempo pasado fue mejor” y recreó la magia de su relato en el siglo XX y en la Belle Epoque.  

Un sueño del que no se quiere despertar, una ilusión cumplida al roce de la medianoche como en el cuento de la Cenicienta, es el leitmotiv de esta película que plantea como reto comentarla sin desvelar su más íntimo secreto, para que quienes aún no la hayan visto puedan disfrutar de ella deliciosamente.
Del año 2011 y protagonizada por Owen Wilson, Marion Cotillard y Rachel McAdams, en Midnight Paris también trabajan con papeles más pequeños, pero no por ello menos importantes, Corey Stoll y Kathy Bates, dejando a Carla Bruni con un gracioso cameo.

Esta coproducción entre Estados Unidos, España y Francia es todo un homenaje a la ciudad francesa al más puro estilo Allen como hiciera también con “Desde Roma con amor”.

De Midnight Paris, no se puede decir mucho sin caer en la tentación de entrar en su inconfesable meollo por lo que la mejor descripción de esta cinta cuyo ritmo es el adecuado y la música acompaña silenciosamente a la acción, es la invitación sincera a su visionado.



35 años después de que arrivara a las pantallas del mundo Blade Runner, en 2017 Ridley Scott volvió a retomar este relato, pero no desde la dirección, como hiciera en 1982, sino desde la producción. La dirección la dejó en manos del canadiense Denis Villeneuve y la música cambió de Vangelis a Hans Zimmer.

35 años después, ni la dirección, ni la música han tenido nada que envidiar de aquella que impresionó a un público ochentero ávido de ciencia ficción y nuevas propuestas.

Blade Runner 2049 llegó a nuestros cines en 2017 y desde entonces no ha hecho más que reforzar el vínculo que la une con la primera, para despertar en el año 2019 que está a punto de llegar y hacer presente, el futuro del pasado.
Entre la búsqueda de Dios y la búsqueda de uno mismo, ambas películas, dibujan un universo personal, un futuro desolador en el que, sin embargo, siempre hay cabida a la esperanza.

Harrison Ford, en esta segunda parte, entrega el testigo a Ryan Gosling que interpreta al nuevo modelo de Blade Runner al más puro estilo de sí mismo. Actor y personaje se funden hasta el extremo de llevarnos a no saber quién fue primero. Los principales personajes femeninos interpretados por Robin Wright y Sylvia Hoeks transmiten la imagen más dura y agria de la mujer llegando incluso a ser despiadadas, que se contrasta con la dulzura y belleza de Ana de Armas, precisamente la menos real de las tres. Y, la música de Zimmer, como siempre, se convierte en un personaje más, quizás el más importante de todos, porque es el que dota a los demás de los matices necesarios para hacer de cada interpretación individual una apuesta colectiva. 

Entre grises metálicos y amarillos dorados, la extraordinaria fotografía de Roger Deakins logra arraigar la idea de la eterna lucha entre lo mundano y lo divino, otorgando al mundo de  hombres y mujeres la frialdad de la mortalidad y al mundo de los dioses el calor de lo eterno.
Es Blade Runner 2049 una bella obra cinematográfica en la que no escapa de cada pixel, el ADN de su precursora y que, sin embargo, consigue liberarse y cortar su cordón umbilical. 




Nunca antes, en una película de ciencia ficción, se había dado mayor importancia al lenguaje y a la comunicación que a la propia ciencia. Es el caso del film de Denis Villeneuve “La llegada” en el que los conocimientos lingüísticos de una experta darán con la solución que mantiene en jaque a la humanidad.
La música de Jóhann Jóhannsson y Max Richter se convierte en un protagonista más de la película dotándola de ese ambiente sofocante de angustia y languidez que mantienen al espectador pegado al asiento sin que apenas esté ocurriendo nada en la trama.
El tiempo no lineal y el lenguaje que construye nuestra mente y nuestra forma de comprender el mundo son los asuntos sobre los que gira este film en el que finalmente nada es lo que parece.
Los actores Amy Adams, Jeremy Renner y Forest Whitaker focalizan la historia que en el año 2016 llegó a los cines y que sorprendió por su novedoso planteamiento en el que la llegada de las naves extraterrestres a la tierra pasa a un segundo plano cuando se va descubriendo su auténtico leit motiv que gira en torno al mito de Casandra, que conociendo lo que va suceder, no puede hacer nada para evitarlo.
“La llegada” es una hermosa película en la que los sentimientos están a flor de piel, en la que los extraterrestres no vienen a destruir la tierra y en la que el destino se presenta como algo que se acepta por el amor que trae consigo.




Uno suele regresar siempre a su lugar común. A aquel en el que se siente seguro por conocido, y Guillermo del Toro lo hace una vez más en su última película “La forma del agua” (2017), pero, en esta ocasión con un cariz poético que la hace especial y la convierte en una auténtica belleza.

La fotografía y el color embriagador en tonos predominantemente verdes y azules como el agua, crean una atmósfera ideal para desarrollar una historia que no por sabida, deja de ser hermosa. La bella y la bestia pero sin príncipe hechizado. Un monstruo solitario atrapado en un mundo que no le corresponde.



Pero, no es el único monstruo por sentirse diferente. Todos los personajes de la película se sienten ajenos en el lugar que les ha tocado vivir. El pintor homosexual en una América homófoba, la limpiadora negra en un país racista y machista, el científico ruso que ama la ciencia más allá de banderas patriotas y también el camarero con aspiraciones intelectuales atrapado en un pueblo mentecato y, sobre todo la protagonista,  Eliza, por ser muda, algo que ella expresa, la hace incompleta. Todos, en parte, son monstruos infelices y solitarios atrapados en jaulas de las que no pueden escapar. Incluso el agente Strickland que, alejado del simplismo maniqueo, Guillermo del Toro le otorga también la insatisfacción propia del que se cree en el lugar equivocado. El sólo quiere un destino estable para vivir con su mujer e hijos en una casa bonita.

“La forma del agua” es un poema en torno a la soledad del que se siente diferente. Es un verso suelto en la filmografía de Guillermo del Toro por la humanización de todos y cada uno de sus personajes, aunque con el lugar común de destacar la figura del monstruo que todos llevamos dentro. El propio del Toro ha confesado que desde su infancia se sintió fuera de lugar. En Méjico, le trataban como gringo y en Estados Unidos como mejicano.

La música, verdadera responsable, junto a la fotografía, de la belleza de esta obra es del compositor francés Alexandre Desplat, ocho veces nominado a los Oscar y siendo ganador de uno de ellos, por fin, por la banda sonora del film “Hotel Budapest” de Wes Anderson.

Las actrices y actores sin ser de los más cotizados y famosos de Hollywood, logran dar a sus personajes la credibilidad y redondez necesaria para hacer de esta película una gran película. Sally Hawkins, Richard Jenkins, Octavia Spencer, Michael Stuhlbarg y Michael Shannon componen el reparto de esta bonita historia en torno al monstruo interpretado por Doug Jones, el mismo que se ocultaba bajo el personaje del fauno, del film, “El Laberinto del Fauno” de 2006.

El monstruo, una criatura más del imaginario fantástico de Guillermo del Toro, bebe sus raíces en el ser protagonista del film “La mujer y el monstruo” (“Creature from Black Lagoon”) del año 1954 del que el cineasta confiesa es uno de sus largometrajes favoritos, pero dotado de todos los avances que la tecnología y el diseño digital han logrado con el tiempo y que le proporcionan el realismo que el público espera cuando va a ver una película de monstruos.

Más allá de criaturas fantásticas, las reminicencias al cine francés son indiscutibles. Amelie y Odette sobrevuelan, o mejor dicho, se sumergen en las aguas de este universo en el que la protagonista es una mujer solitaria, entrañable y soñadora. Pero a esto, Guillermo del Toro le suma su firma ineludible en la que hombres y dioses pugnan por sobrevivir en una lucha cainita en la que los dioses perecen pero siguen siendo inmortales.





Einstein decía que es más fácil romper un átomo que acabar con un prejuicio y sobre este pensamiento pivota la película que hizo en 2010 de Christopher Nolan uno de los mejores autores de ciencia ficción.


Colmada de premios de todo tipo “Origen” nos transporta a lo más profundo de nuestra mente en la que están ocultos nuestros más irredentos deseos y oscuros secretos. Allí donde el inconsciente dirige nuestras acciones y pensamientos.

Conocedor de las dificultades que pudiera ofrecer su atrevido e incluso extravagante guión, Nolan se afana en hacer comprensible su apuesta y lo logra.

Sueños dentro de sueños en busca de una idea que cambiar, es la trama de esta película en la que la música de Hans Zimmer consigue atrapar al espectador en un mundo onírico de pesadilla de la que no se está seguro de despertar.

Leonardo DiCaprio y Marion Cotillard protagonizan esta película de 148 minutos, coproducción entre Estados Unidos y Reino Unido en la que la fotografía de Wally Pfister se llevó un Oscar.

DiCaprio, el caco con el que empatiza el espectador desde el primer segundo, acostumbra a robar ideas, pero el amor, le lleva a desafiarse así mismo y, en lugar de un robo,  planea una implantación. Esa idea implantada será la que le conduzca al laberinto del que no sabremos nunca si saldrá.




Munholland Drive ha sido considerado uno de los mejores largometrajes del siglo XXI y, una vez visionado, convence y afianza a David Lynch, también, como uno de los mejores cineastas de todos los tiempos.

Lynch muestra una extraordinaria valentía al llevar al cine una propuesta tan compleja. Valentía en contar la historia de la manera que lo hace y valentía al confiar en la crítica y en el público que entendió su gran apuesta.

Con la música embriagadora de Ángelo Badalamenti y casi 3 horas de metraje, Munholland Drive transporta al espectador  a un espacio onírico de sueños y pesadillas  en el que interactúan los personajes dentro de un guión aparentemente descabellado que, sin embargo, concluye finalmente con cada pieza en el  sitio exacto del puzzle.

Los deseos de Betty Elms, interpretada magistralmente por Naomi Watts, son el hilo conductor de esta obra en la que el psicoanálisis está presente y recuerda, en cierto modo, al Barton Fink de los Cohen, en el ambiente de sopor y en la crítica descarnada a la industria del cine norteamericano.

David Lynch en esta obra maestra del año 2001 vuelve a jugar con la psicología del espectador, demostrando  su gran virtuosismo y dotes de prestidigitador.




Si algún calificativo podríamos concederle a Quentin Tarantino, a parte de los muchos que definen su estilo de hacer cine, es el de feminista.
Tarantino en la mayoría de sus películas engrandece a la mujer dotándola de fuerza, carácter y sobre todo valentía, alejándose de arquetipos tradicionales y machistas.

Desde Death Proof, Malditos Bastardos y, sobre todo en Kill Bill, Tarantino despliega su característica violencia en torno a excelentes guiones que otorgan a sus protagonistas femeninas  perfiles psicológicos extraordinarios que destacan sobre sus personajes masculinos.

Kill Bill es una epopeya protagonizada por una mujer que, como la Beatriz de Dante, viaja hasta el infierno para finalmente llegar al paraíso.  Es la historia de una venganza descarnada que concluye con un renacer ahogado en lágrimas de felicidad.

Esta película del año 2003 cuenta entre su reparto con Uma Thurman,  Lucy Liu,  Daryl Hannah,  Vivica A. Fox,  Sonny Chiba, Chiaki Kuriyama,  Michael Bowen,  Julie Dreyfus,  Michael Parks,  David Carradine y Michael Madsen.

Kill Bill es un canto feminista solapado, que muestra la maternidad como una opción femenina  que puede provocar lo mejor y lo peor de lo que es capaz una mujer.





“El secreto de la isla de las focas” es una historia irlandesa que entronca con la mitología de las selkies y su desgarro por vivir entre la tierra y el mar. Su doble naturaleza les hace arraigar en tierra pero su condición marina finalmente les lleva a regresar al mar, abandonando en muchos casos el fruto de esa doble condición.


Esta película irlandesa dirigida por John Sayles en 1994,  y banda sonora de Mason Daring está protagonizada por Mick LallyEileen ColganJohn LynchJeni CourtneyRichard Sheridan,Cillian Byrne y Susan Lynch.


Sayles ambienta la historia en la Irlanda industrial que añora la vida sencilla del campo, a la que ya ha renunciado inevitablemente. En esa atmósfera húmeda y casi inhóspita aloja el misterio de una leyenda mágica en la que ya casi nadie cree y que sin embargo es el asidero de la esperanza del drama de la familia que perdió a un bebé a orillas del mar.


Será el triunfo de la inocencia, la bondad y la curiosidad de unos niños la piedra angular de este film en el que el progreso se enfrenta a la tradición dejando un poso de nostalgia del que nadie se puede librar.






“Odette Toulemonde” narra la historia de una mujer viuda, madre de dos jóvenes que está enamorada platónicamente de un escritor cuya obra da sentido y felicidad a su vida. La sencillez de su cotidianeidad y su encanto personal se contraponen a la vida del escritor, Balthazar Balsan, rodeado de lujos pero infeliz por no estar satisfecho con su obra y por la infidelidad de su mujer.


El azar hará que Odette vea cumplido su más secreto sueño y la magia que siempre la acompaña hará posible lo inesperado.


Esta película francesa del año 2007 con música de Nicola Piovani y dirigida por Eric-Emmanuel Schmitt,está protagonizada por Catherine Frot, Albert Dupontel, Jacques Weber, Fabrice Murgia, Nina Drecq,Camille Japy, Alain Doutey, Julien Frison, Aïssatou Diop, Laurence D'Amelio,Philippe Gouders, Nicolas Buysse y Bruno Metzger


“Odette Toulemonde” es una película que invita a reflexionar sobre cómo la felicidad está en las pequeñas cosas. Que la generosidad aporta más al que da que al que recibe y que la magia está en todas partes.





“El fantasma y la señora Muir” es una tierna historia de amor imposible en la que se encuentran dos almas solitarias y gemelas que a pesar de la rebeldía de sus caracteres aceptarán con estoicismo su destino.


Dirigida en 1947 por Joseph L. Mankiewicz está interpretada por Gene Tierney, Rex Harrison, George Sanders, Edna Best, Vanessa Brown,Anna Lee, Robert Coote y Natalie Wood, cuenta con una inmejorable banda sonora de Bernard Herrmann y estuvo nominada al óscar por mejor fotografía.


Esta película con formato de teatro y escasas escenas de exteriores, gira en torno a una joven viuda, que pretende rehacer su vida en una casa a orillas del mar que, sorprendentemente, está habitada por un fantasma.


El transcurrir de la vida es un devenir de toma de decisiones en las que  obligados a escoger no sabremos si hemos acertado hasta que sea demasiado tarde. El fantasma del capitán Greg escogió su sacrificio por la felicidad de ella y la señora Muir optó por lo que creyó que la haría feliz. Ambos se equivocaron.





“Solaris” es la historia de una expedición científica a un planeta lejano en el que ocurren sucesos extraños a los miembros de la tripulación encargada de mantener activa la estación espacial cuyo objetivo es estudiar el misterioso océano que les rodea.


Esta adaptación de la obra literaria de Stalislaw Lem tuvo una importante versión creada por el cineasta ruso Andrei Tarkovsky en 1972 en la que apresa la tensión que parece oculta en un tiempo que parece infinito. En una atmósfera apesadumbrada y desacelerada describe a los personajes en tonos grises en unos planos eternos que poco a poco van desvelando el drama.


Steven Soderbergh en el año 2002 hace un remake protagonizado por George Clooney en el que, al igual que Tarkovsky atrapa al espectador con una embriagadora banda sonora, en este caso de Cliff Martinez, y sorprende con un nuevo y original tipo de alienígena.


“Solaris” es un juego de espejos en el que uno termina sin saber quién es en verdad. La realidad es relativa. Quienes somos también. Un sueño de otro o una invención. No importa. Como le dice el miembro de la tripulación Gibarian al doctor Chris Kelvin “No hay respuestas, sólo opciones”.
  



“La luz prodigiosa” transcurre en Granada. Son los recuerdos de un joven pastor que salvó a un hombre moribundo de un fusilamiento. La guerra civil lo lleva hasta Bilbao y no regresa a Andalucía hasta los años 80 ya jubilado.  Durante los días que pasa en Granada se interesa por aquel hombre malherido al que tras curarle las heridas abandonó en un convento y nunca pudo olvidar.


Dirigida por Miguel Hermoso en 2003 y basada en la novela de Fernando Marías, esta película está protagonizada por Alfredo Landa, Nino Manfredi, Kiti Mánver, José Luis Gómez, Iván Corbacho,Sergio Villanueva, Mariano Peña y la música es de Ennio Morricone.


“La luz prodigiosa” es la obsesión por recomponer un puzzle desbaratado. Es la historia de lo que pudo haber sido con un final igual de trágico como el que fue, pero distinto. Un presente brillante y un futuro que hubiera sido prodigioso roto a tiros. Un guiño a la historia, una broma del destino que igualmente describe la sinrazón y la demencia de la Guerra Civil y su posterior represión.




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