SAMHAIN


Noche de Samhain. La oscuridad se cierne sobre un poblado celta de la Beturia de la antigua Hispania, allá por el año I a. C. Las hogueras invaden el castro para alumbrar y dar calor y sus habitantes danzan a su alrededor. Se hacen ofrendas a los muertos y a los dioses. Parece una fiesta, la mayor de ese pueblo guerrero y espiritual que nos ha legado su cultura apegada a la tierra.

La niebla es distinta esta noche, cubre las casas y los árboles y emana una esencia especial que no procede si quiera de la inminente llegada del invierno. Es el final del verano y la puerta que une el mundo de los muertos con el de los vivos se ha abierto.

Nuestros antepasados los celtas celebraban la festividad más importante de su calendario, Samhain, el 31 de octubre.  Comenzaba el tiempo en el que había que retirar a los ganados de los pastos y resguardarlos en cercos para protegerlos del invierno. Se iniciaba el tiempo en el que la tierra retiraba sus frutos e invitaba a hombres y a mujeres a recogerse en sus hogares e iniciar un tiempo de reflexión. Samhain lleva a la consciencia humana, a la introspección y a rememorar a los que se fueron. Es la unión de la comunidad, tanto de los vivos como de los muertos porque durante esta noche, el delgado velo que separa ambos mundos se desgarra y permite a los muertos compartir la noche con los suyos.

Esta tradición auténticamente europea y respetada por los pueblos celtas de la península ibérica durante siglos de la antigüedad viajó a América en el siglo XIX de mano de los emigrantes irlandeses que aún conservaban en su imaginario colectivo esta antigua celebración y la convirtieron, allende los mares, en lo que hoy conocemos como Hallowen.

Antes,  los cristianos ya la habían fagocitado convirtiéndola en la noche de Todos los Santos, respetando su intencionalidad original que era homenajear todo lo sagrado y entre ello, fundamentalmente, a los difuntos.

En estas fechas los cementerios se llenan de flores y durante la noche del 31 de octubre los niños y niñas se disfrazan de esqueletos y brujas y comparten juegos con la idea de la muerte.

Durante Samhain nuestros antepasados los celtas rememoraban a sus ancestros en pequeños altares domésticos con ofrendas florales y ponían  velas en las ventanas para ayudarles a regresar a casa durante esa noche. En  Samhain la muerte convive con la vida.

Samhain es la reunión que mantiene vivo, a través de los años, el vínculo espiritual, el hilo invisible que existe entre los miembros de un grupo que quiere mantenerse consciente sobre lo que está haciendo y por qué.

Aquella milenaria festividad celta, aquella celebración espiritual y telúrica ha sobrevivido a los avatares del tiempo y hoy después de más de 2.000 años vuelve a repetirse denominándose Halloween, Día de Todos los Santos… o Samhain.


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