EL LABERINTO DE LOS ESPÍRITUS


El Laberinto de los Espíritus de 2016 es la novela que cierra la tetralogía del Cementerio de los Libros Olvidados con la que Zafón nos embaucó y arrastró hasta su universo en el que, en una Barcelona mágica y atraídos por unos personajes indiscutiblemente bien creados, nos vemos inmersos en una intriga en la que nada, ni nadie, es como parece.

En este mundo la verdad solo hace daño y Dios ama y ayuda a quien miente” expresa el autor en otra ocasión y en boca de Lorena la archivera pone el ruego al periodista Sergio Vilajuana para que cuente la verdad: “Hágalo por sus hijos. Cuente la verdad por ellos. Cuando pueda y como pueda. Pero no nos deje morir. Ya somos muchos. Alguien tiene que prestarnos la voz”.
Es la búsqueda de la verdad y la búsqueda de uno mismo. Y, en ese laberinto de historias, la búsqueda que nos hace iniciar el camino concluye como las leyendas de héroes,  con el regreso a casa y con el descubrimiento de que el tesoro estaba allí.
La novela es como una matrioska rusa, en la que los personajes y sus historias se entrelazan provocando en el lector lágrimas e impotencia ante una realidad que ocurrió, no hace tanto tiempo, a nuestros abuelos, supervivientes de una guerra civil y de una represión encarnizada, silenciada por imposición y casi olvidada.
El pasado no desaparece por mucho que se esfuercen los necios en olvidarlo y los embaucadores en falsificarlo para venderlo otra vez como si fuera nuevo”, expresa Zafón y por ello enmarca su narración en la España de postguerra, dominada por un régimen y un Estado corrupto que represalió a una sociedad indefensa y desamparada y, en la que las instituciones, por robar, robaban hasta niños y niñas a cuyos padres asesinaban en las cárceles o dejaban morir de hambre en las calles o en los manicomios.
Pero,  El Laberinto de los Espíritus es también una historia de escritores, sobre escritores y  libros olvidados, malditos y por escribir. Todo gira en torno a los libros, a la pasión por leer y escribir, por conocer y contar.
Es un rompecabezas, cuya imagen se desgrana poco a poco gracias a la aparición de personajes secundarios que van aportando nuevas piezas a ese gran puzzle que, a medida que avanza la narración, se va haciendo más difícil. Las historias de unos y otros van construyendo la línea principal que finalmente resultará no ser ni la única ni la más importante.


Entre los personajes principales destacan los femeninos (Isabella, Alicia, Bea e incluso Lorena la archivera) a los que el autor dota de valentía, fortaleza y amor desorbitado y en el contexto histórico en el que se desenvuelven expresa: “El nivel de barbarie de una sociedad se mide por la distancia que intenta poner entre las mujeres y los libros”.


Y junto a los personajes masculinos, tienen como denominador común la rotura de sus almas e incluso de sus cuerpos. Son personajes rotos por el dolor de las heridas producidas o por la guerra o por la represión. Heridas cicatrizadas con el falso bálsamo del silencio.


El Laberinto de los Espíritus es un bucle de intrigas en el que como colofón se invita a pensar en los multiversos de la física cuántica, en la que todo puede estar ocurriendo a la vez. Zafón escribe: “Los libros no tienen ni comienzo ni fin, sólo puertas de entradas”  y en una de estas puertas se encuentra la respuesta a todas las preguntas.


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